François Truffaut consideraba a
Néstor Almendros uno de los mejores directores de fotografía del mundo. Según
sus palabras: “Néstor Almendros es
consciente de ejercer un arte al tiempo que practica un oficio”. Su
mayor interés era lograr plasmar la realidad al detalle en sus películas a
través de una fotografía funcional y bella. El encuadre también era un aspecto
importante en su trabajo, pues se educó en el cine a partir de las artes
pictóricas sobre todo. Como dice en su libro Días de cámara: “Para mí las
principales cualidades de un director de fotografía son la sensibilidad
plástica y una sólida cultura. Lo que llaman "técnica
cinematográfica" no posee más que un valor secundario: es cuestión, sobre
todo, de ayudantes”.
Almendros aprendió del
cine viendo a los neorrealistas italianos y a los franceses de la nouvelle vague. También de otros
maestros como Murnau, Lang, Mizoguchi, Kurosawa, o Buñuel. Admiraba a
directores de fotografía como G.R. Aldo (Senso,
Umberto D.), Rudolph Maté (Gilda, Vampyr) o Gregg Toland (Ciudadano
Kane, Las uvas de la ira). Ambas escuelas, la francesa y la italiana,
supusieron una ruptura con el cine clásico de los estudios de Hollywood con
respecto a muchos aspectos de una película, como la dirección, el guión, y
obviamente la fotografía. La causa principal era el deseo de romper con lo
establecido y renovar la imagen, ahora que se había impuesto el color, y por
ende, no se podían aplicar las mismas fórmulas que para el blanco y negro. Otro
motivo importante fueron los bajos presupuestos de que disponía este nuevo cine.
Era complicado acceder a un estudio y fabricar platós, por lo que la mayoría de
películas debían rodarse en escenarios naturales, con techos, o en exteriores.
Por tanto, las luces ya no se podían colocar desde arriba, como en los platós
del cine de Hollywood, donde se conseguían muchos contrastes irreales, los
rostros estaban perfectamente iluminados por chorros de luz que venían de
arriba, y cada elemento importante disponía de su propia iluminación. Al tener
que trabajar en espacios naturales con techos, hubo que innovar, diseñar otras
formas. Las luces comenzaron a ser reflejadas en techos y paredes, en lugar de
dirigirse directamente sobre actores y decorados. El resultado era una luz
mucho más tenue, con sombras suaves, una luz uniforme y muy diferente del
aspecto del cine clásico; un aspecto mucho más acercado a la realidad, donde la
fuente de luz suele ser sólo una, o dos. Almendros era un fiel discípulo de
esta tendencia, utilizar una fuente de luz principal, y algún relleno o luz de
fondo para suavizar las sombras. Una luz realista y funcional, que él
consideraba bella.
Néstor Almendros trabajó
asiduamente con François Truffaut y Eric Rohmer en su etapa francesa, durante
los primeros años de los 60. Pero desde su regreso a Cuba por segunda vez, en 1959,
trabajó en La Habana, después en Francia, y también en Estados Unidos. En este
análisis voy a destacar algunos de sus trabajos más importantes, bien por gusto
personal, o por la relevancia y novedad que significaron con respecto a la
fotografía, basándome en el libro que él mismo escribió, llamado Días de una cámara.
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