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EL CUERPO COMO OFRENDA. TÍO BOONMEE RECUERDA SUS VIDAS PASADAS, APICHATPONG WEERASETHAKUL, 2010


La secuencia empieza con un grupo de esclavos llevando a una princesa sobre un pedestal por el bosque, de noche. Hacen un alto en el camino junto a un lago. La princesa se ve reflejada en el agua y se ve joven. Se entristece porque es una ilusión, ella ya es vieja y tiene el rostro demacrado, su esclavo-amante intenta consolarla sin éxito. La princesa se queda llorando en la orilla y el espíritu del lago representado por un pez le recuerda lo afortunada que es, y que todavía conserva una gran belleza. Entonces ella se sumerge lentamente en el agua, despojándose de sus joyas y su ropa, ofreciéndolas al espíritu del lago a cambio de recuperar su belleza y juventud. Finalmente es ella misma la que se ofrece al espíritu, que en forma de pez la posee.

En esta escena se combinan conceptos tan grandes como el agua, la naturaleza y el cuerpo desnudo. El agua simboliza pureza y rejuvenecimiento. La princesa se desnuda y ofrece su cuerpo al espíritu del lago, a un ser de la naturaleza, para rejuvenecerse y sentirse bella y deseada nuevamente. Lo material, como sus joyas o la ropa, deja de tener importancia para ella, lo único importante es su cuerpo y la aceptación de sí misma, recuperar su estima y su juventud.

Esta es una pequeña historia dentro de la película. Representa una de las vidas anteriores del tío Boonmee, cuando fue una princesa. El hecho de que la princesa esté vieja y sienta nostalgia por su juventud y su belleza, tiene que ver con el presente de Boonmee, ya que está enfermo y pronto va a morir. Sin embargo, tanto la princesa como Boonmee terminan por estar en paz consigo mismos. Ella se reconcilia con su cuerpo al aceptar el placer que le otorga el espíritu, a pesar de ser vieja. Boonmee también muere en paz, después de hacer un recorrido espiritual por sus vidas pasadas, comprendiendo que todo vuelve al inicio, y que el universo se rige por una armonía aleatoria y caprichosa.

ALMENDRAS TOSTADAS

En mi casa siempre ha habido almendras de cosecha propia. Tengo muchos recuerdos de cuando era niña y era época de recoger almendras. Íbamos toda la familia al campo, llenábamos el suelo con grandes redes, debajo de los almendros, y con unas cañas gigantes azotábamos las ramas para que cayesen las almendras. Después había que quitarles las dos pieles que tienen, una que es como de piel de melocotón, verdosa, y la otra es marrón, más dura y con agujeritos. Bueno, hay una tercera piel que es marrón oscuro y es muy finita, yo la suelo dejar pero por ejemplo, para realizar postres, es mejor quitarla.

Después de esta historieta hoy traigo una fácil receta de almendras asadas. Tradicionalmente en mi casa se ha hecho en una gran cazuela con un agujero en medio, y se asa durante un buen rato en la encimera de gas. Pero en mi minicasa no tengo espacio para grandes cazuelas, y me tengo que conformar con cocinarlas en el minihorno.



Ingredientes para 2 personas:

- 150 gr de almendras sin pelar
- Aceite de oliva y sal

Preparación:

Colocamos papel de hornear o de aluminio sobre una bandeja de horno. En un bol echamos las almendras, rociamos con el aceite y con una cuchara de madera removemos para que todas brillen un poquito. No hay que empapar, sólo humedecer un poco. Vertemos las almendras en la bandeja separándolas bien. Luego salamos ligeramente. Después horneamos unos 30 minutos a 180º. Cuando están asadas el color marrón se oscurece bastante, y quedan muy crujientes.
Espero que os gusten tanto como a mí!